A nuestra mente lógica, racional e intelectual le hemos otorgado el poder absoluto de nuestras vidas, empoderándola y dándole funciones que no le corresponden, lo que nos lleva una y otra vez a vivir situaciones y experiencias con la misma lección.
La mente racional, el ego o “POCOYÓ”, a veces tan acelerada que parece un MONO LOCO, siempre trata de elaborar un plan, con todo lujo de detalles, para el corto plazo, el medio y largo plazo. Pero este plan se parece como un huevo a una castaña al verdadero plan de vida, del cual nuestra mente racional no sabe nada, ni tan siquiera de su existencia. Para la mente racional no hay nada más que el yo, y esto nos lo reafirma constantemente. Es en esos instantes en los que experimentamos la resistencia, los conflictos externos e internos, las luchas por tener la razón, la arrogancia, la rigidez, la crítica, los juicios o el control. Esa racionalización puede llegar a ocurrir incluso en el plano de las ideas y creencias espirituales. Si estamos aquí, tengamos por seguro que es porque tenemos algo que aprehender.
Tenemos una evolución individual que hacer, y es nuestra responsabilidad llevarla a cabo (no vale culpar a nada ni a nadie). Aunque nuestra mente racional lo quiera todo rápido y ya, en el aprendizaje está el respetar nuestros tiempos y el de los demás. Debemos tener PACIENCIA (“paz-ciencia”, la ciencia de la paz).